En realidad es el líquido que refrigera el motor, que incluso en invierno trabaja a elevadas temperaturas. Es esencial llevarlo a punto, sustituirlo cada cierto tiempo y comprobar que no fuga para evitar averías serias, sobre todo en la junta de la culata.
El invierno no es la época más crítica en relación al anticongelante, al contrario de lo que su nombre invita a pensar, porque su función radica en la refrigerar la mecánica. Por ello, cuando más se desgasta es en época estival.
Otra misión es inhibir la corrosión de los componentes de refrigeración a menudo conformados por una gama de metales electroquímicamente incompatibles (aluminio, hierro fundido, cobre, soldaduras de plomo…). El líquido refrigerante o anticongelante se añade al agua del circuito de refrigeración de los motores.
Es clave para evitar un calentamiento excesivo del motor térmicos de gasolina o diésel (en realidad, los de todos los coches, salvo si son eléctricos) para que funcionen expuestos a temperaturas extremas. Está compuesto por químicos que reducen el punto de solidificación, lo que permite que la mezcla congele a una temperatura más baja que el agua.
Es un componente de larga duración que, en condiciones normales y buen funcionamiento del propulsor, no requiere añadir. Es más, no existe una periodicidad exacta para sustituirlo, aunque hay que hacerlo porque va perdiendo propiedades con el paso del tiempo y el uso del vehículo.
DISTINTOS TIPOS
Habitualmente, se suele cambiar el anticongelante cada 2 años o pasados 40.000 km, lo que permite garantizar sus propiedades en perfecto estado.
El manual de servicio del vehículo muestra el tipo de anticongelante a usar para asegurar el correcto funcionamiento de cada modelo. Entre otros, conviene tener presente la temperatura de la región donde el coche circulará con frecuencia, para elegir el anticongelante más adecuado: al 10% es efectivo hasta -5º; al 20% hasta -11ºC; al 30% hasta -18ºC; y al 50% es de larga duración, adecuado hasta -37ºC.
Para cambiar el anticongelante hay que vaciar por completo el circuito eliminando así el líquido antiguo, lo que se hace con el motor frío abriendo el circuito (liberando un tornillo, grifo o el sistema que monte el vehículo). Conviene lavarlo con agua a presión.
Las marcas del depósito permiten controlar su nivel siempre el tornillo de vaciado quitado. Una vez hecho, se cierra el tornillo o tapón de vaciado y se añade el nuevo anticongelante, rellenando hasta situarlo entre las marcas de mínimo y máximo. Estas son el mejor testigo para verificar si el tanque (que es translúcido) cuenta con suficiente nivel, aunque no demuestra alguna posible interrupción o anormalidad (chispero o fuga en un maguito, en el radiador…) del circuito. De producirse ésta y no percibirlo, el riesgo de avería sería inevitable.
ATENTOS A POSIBLES FUGAS
Ojo, es imprescindible asegurarse de que el depósito de líquido refrigerante/anticongelante está siempre bien cerrado, pues cuando la mecánica cobra temperatura este elemento se expande y puede rebosar quemando componentes aledaños.
También es importante, en particular en coches más antiguos o si hemos detectado algún golpe en los bajos, por ejemplo al pisar en plena marcha una piedra u otro elemento, verificar que no existan fugas. Y es que la falta de este líquido en el correspondiente circuito, parcial o total, puede provocar una avería grave al derivar en un sobrecalentamiento mecánico que termine rompiendo la junta de culata e incluso fundiendo algún componente estructural del bloque.
Ojo, pues si bien es cierto que cualquier vehículo cuenta en su instrumentación con un testigo visual que avisa de temperatura mecánica extrema, cuando se enciende suele ser tarde y, en todo caso, obliga a apagar de inmediato la mecánica para evitar males mayores, si de hecho no se hubiesen producido ya.